Siempre
cuesta decir adiós. Sobre todo cuando es algo bueno, sobre todo cuando es gente
buena, gente a la que has aprendido a apreciar, y que ya forman parte de tu
vida. Hoy cerramos una etapa. Se acabó la guarde, ya es “mayor”, el próximo
curso, al cole. Ale.
Hoy decimos
adiós a las personas que han estado ahí, que han estado con él 8h al día, desde
los 8 meses. ¿Y cómo les das las gracias? ¿Cómo les dices que se las va a echar
de menos? ¿Cómo expresas lo importantes que han sido en la vida de la persona que
más te importa en este mundo? ¿Solo con un gracias? ¿Gracias Laia, gracias Anna
y gracias Ague? Y gracias a Carla, Marta, Emma, Tamara, Montse... a todas las
que cuando se ha caído en el patio le habéis dado un beso y un abrazo, le
habéis hecho sentirse reconfortado y seguro. Querido. A la que estaba a su lado
cuando se despertó de la siesta llorando con una pesadilla y le ayudó a no
tener miedo. La que le ha dado la mano para subir a la moto cuando aún se
sentía inseguro, a la que le hace cosquillas en el pasillo y le hace reír a
carcajadas. A la Vero que hace ese pollo tan rico... ¿Gracias a todas? ¿Ya
está? Se queda corto.
Vivimos
en un país con unas bajas maternales que dan pena. Soltamos laste con nuestros
hijo mucho antes de lo que quisiéramos. MUUUCHO antes. Y lo hacemos con la
culpa en el corazón, angustiadas. Dejas a tu bebé de pecho con una total
desconocida. Y piensas,” por Dios, ¡quiérelo mucho!” ¿Y sabéis qué? Hoy,
después de casi 3 años, miro atrás y pienso que ha estado bien. Veo a mi hijo feliz.
MUY feliz. Lo veo seguro. Lo veo querido. Y eso es mérito de todas. No solo ha
tenido unos padres que le han querido. Os ha tenido a vosotras. Durante 8h
diarias se ha sentido querido. Protegido. Seguro. Habéis logrado que os haga
familia. Ser unas “mamás” activas y cariñosas. ¡Cañeras! Severas cuando toca,
pero amorosas. Y no hay un “gracias” para esto. Sencillamente, no lo hay.
Laia
comentó un día que dolía un poco que niños con los que había estado años, a los
que había “criado” (sí, leches, ¡criado! Esa es la palabra correcta) desde bebes,
un buen día se la cruzaban y no la reconocían. Que no había dejado huella. Eso no
es así. La memoria de un bebé es imperfecta. Los recuerdos desaparecen. Las
vivencias, no. Las sensaciones, la experiencia... Eso es lo que se queda para
siempre. Para siempre. Habéis estado con él en unos años que son esenciales,
por su fragilidad, por su desamparo, porque no puede expresarse y comunicarse y
depende de la empatía de las personas que lo rodean. Y creo sinceramente que es
una época que deja una huella imborrable. Es la base de la persona que será el
resto de su vida. Y estaréis ahí, en esa base, para siempre. Olvidará vuestros rostros, pero no a
vosotras.
Mis
“Laia, Anna, Ague” fueron Reme y Leonor. Mi madre trabajaba, como yo, y con el
corazón encogido me dejó con unas desconocidas. De Reme aún recuerdo el olor
del abrazo cariñoso que me daba cuando estaba triste porque mama se iba. Y una
bata de cuadritos azul celeste (que cosas de recordar). De Leonor recuerdo la sonrisa.
Y sentirme segura. Y recuerdo la tristeza de decirle adiós. No las reconocería.
Podrían ir sentadas a mi lado en el metro. No sabría que esas desconocidas me
abrazaron y me dieron su cariño. Pero están ahí, en algún lugar de mi
memoria. Nunca se irán. De la misma
manera que vosotras no desapareceréis de la de Eric. De la misma manera que, a
su manera, os echará de menos.
Hoy
despedimos una etapa, hoy despedimos a una familia. Haremos una fiesta, intercambiaremos regalos,
un abrazo, un gracias. Aséptico, porque si no, me pondré a llorar como una
tonta (deberíais verme ahora... se me han acabado los clínex). Pero todo
quedará corto para deciros Adiós. Para
decir GRACIAS. Se queda MUY corto.