viernes, 22 de julio de 2016

¿Cómo deciros lo importantes que habéis sido?



Siempre cuesta decir adiós. Sobre todo cuando es algo bueno, sobre todo cuando es gente buena, gente a la que has aprendido a apreciar, y que ya forman parte de tu vida. Hoy cerramos una etapa. Se acabó la guarde, ya es “mayor”, el próximo curso, al cole. Ale.

Hoy decimos adiós a las personas que han estado ahí, que han estado con él 8h al día, desde los 8 meses. ¿Y cómo les das las gracias? ¿Cómo les dices que se las va a echar de menos? ¿Cómo expresas lo importantes que han sido en la vida de la persona que más te importa en este mundo? ¿Solo con un gracias? ¿Gracias Laia, gracias Anna y gracias Ague? Y gracias a Carla, Marta, Emma, Tamara, Montse... a todas las que cuando se ha caído en el patio le habéis dado un beso y un abrazo, le habéis hecho sentirse reconfortado y seguro. Querido. A la que estaba a su lado cuando se despertó de la siesta llorando con una pesadilla y le ayudó a no tener miedo. La que le ha dado la mano para subir a la moto cuando aún se sentía inseguro, a la que le hace cosquillas en el pasillo y le hace reír a carcajadas. A la Vero que hace ese pollo tan rico... ¿Gracias a todas? ¿Ya está? Se queda corto.

Vivimos en un país con unas bajas maternales que dan pena. Soltamos laste con nuestros hijo mucho antes de lo que quisiéramos. MUUUCHO antes. Y lo hacemos con la culpa en el corazón, angustiadas. Dejas a tu bebé de pecho con una total desconocida. Y piensas,” por Dios, ¡quiérelo mucho!” ¿Y sabéis qué? Hoy, después de casi 3 años, miro atrás y pienso que ha estado bien. Veo a mi hijo feliz. MUY feliz. Lo veo seguro. Lo veo querido. Y eso es mérito de todas. No solo ha tenido unos padres que le han querido. Os ha tenido a vosotras. Durante 8h diarias se ha sentido querido. Protegido. Seguro. Habéis logrado que os haga familia. Ser unas “mamás” activas y cariñosas. ¡Cañeras! Severas cuando toca, pero amorosas. Y no hay un “gracias” para esto. Sencillamente, no lo hay.

Laia comentó un día que dolía un poco que niños con los que había estado años, a los que había “criado” (sí, leches, ¡criado! Esa es la palabra correcta) desde bebes, un buen día se la cruzaban y no la reconocían. Que no había dejado huella. Eso no es así. La memoria de un bebé es imperfecta. Los recuerdos desaparecen. Las vivencias, no. Las sensaciones, la experiencia... Eso es lo que se queda para siempre. Para siempre. Habéis estado con él en unos años que son esenciales, por su fragilidad, por su desamparo, porque no puede expresarse y comunicarse y depende de la empatía de las personas que lo rodean. Y creo sinceramente que es una época que deja una huella imborrable. Es la base de la persona que será el resto de su vida. Y estaréis ahí, en esa base, para siempre.  Olvidará vuestros rostros, pero no a vosotras.

Mis “Laia, Anna, Ague” fueron Reme y Leonor. Mi madre trabajaba, como yo, y con el corazón encogido me dejó con unas desconocidas. De Reme aún recuerdo el olor del abrazo cariñoso que me daba cuando estaba triste porque mama se iba. Y una bata de cuadritos azul celeste (que cosas de recordar). De Leonor recuerdo la sonrisa. Y sentirme segura. Y recuerdo la tristeza de decirle adiós. No las reconocería. Podrían ir sentadas a mi lado en el metro. No sabría que esas desconocidas me abrazaron y me dieron su cariño. Pero están ahí, en algún lugar de mi memoria.  Nunca se irán. De la misma manera que vosotras no desapareceréis de la de Eric. De la misma manera que, a su manera, os echará de menos.

Hoy despedimos una etapa, hoy despedimos a una familia.  Haremos una fiesta, intercambiaremos regalos, un abrazo, un gracias. Aséptico, porque si no, me pondré a llorar como una tonta (deberíais verme ahora... se me han acabado los clínex). Pero todo quedará corto para deciros Adiós.  Para decir GRACIAS. Se queda MUY corto.

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